"Plop, plop..."
Se oía como las gotas de la lluvia golpeaba fuertemente las barandillas de los balcones.
Era una noche de verano, las nubes no dejaban brillar a una luna menguante.
La tormenta hacía que las familias se acurrucaran en sus lechos, viendo películas o divirtiéndose con juegos.Pero no todas las personas que habitaban en aquella calle eran felices, tan solo una persona tan solo una, no sabía lo que era estar feliz o quizá sí que lo sabía pero pocas veces lo había experimentado.
Ella estaba asomada en su balcón iluminada por una vela que titiritaba por el viento.
No era muy alta pero tampoco se podía decir que era baja, su pelo se removía al son del aire y su ojos oscuros brillaban por una capa acuosa que tenía el ojo. Unas lágrimas derramadas bajaban ligeramente por su cara.
Observaba la calle vacía que cada media hora pasaba una persona con mucha velocidad para llegar a su destino.
El olor a tierra húmeda se agudizaba más y más pero nadie se había dado cuenta.
Un relámpago hizo que toda la ciudad se quedara a oscuras pero ese balcón seguía iluminado por la vela.
Pero en ese mismo instante cogió la vela amarilleada y entró a su casa por otra vela y volvió a salir a intentar disfrutar la lluvia.
Esta vez no observaba la calle, sino que miraba las dos velas mientras seguía llorando y en ese instante cogió la segunda vela y pasó la llama que desprendía se la pasó por la yema del dedo gordo, se retorcía de dolor pero había decidido que por cada lágrima que derrochara una quemadura se haría así hasta dejar de llorar...
Al ver que todavía salían gotas de sus ojos y que su cuerpo ya estaba más o menos quemado, se tiró por aquel balcón.
Ese fue su trágico final, esa vez fue la última vez que sonrió.
Ahora en el lugar donde ella cayó no se ha podido borrar el charco que hubo de sangre y todavía la gente hace una pequeña memoria hacia aquella chica…
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